mardi 19 mai 2009

F,P,D Univers. Homenaje a Mario Benedetti.

YO TAMBIÉN HE VISTO MILAGROS
Sergio Ramírez

¿Cómo es entonces que surgen las leyendas? Pues yo creo que es sencillo. Cuando nacen de verdades que pueden tocarse. Y la leyenda de Mario Benedetti ya pasa de castaño a oscuro, es decir, que se vuelve cada vez más palpable. Un poeta, se dice, pero eso no es tan sencillo, un poeta entra en la leyenda cuando se vuelve el poeta en singular, y ya se sabe que siempre será el poeta porque la gente se sabe sus versos, y uno los repite al amanecer en la mesa del bar entre los amigos, otro se los dice al oído a la novia que a su vez se los sabe también. A las pruebas me remito.
Estaba yo una vez en Alicante y Mario iba a dar un recital de sus poesías en Murcia y me fui yo a buscarlo. Caminamos desde el hotel donde se alojaba al teatro donde le tocaba el recital, y él, humilde y sencillo que siempre parece abrumado por todos los pesares del mundo, los suyos y los ajenos, iba callado, preocupado digo yo, porque otra vez iba a enfrentarse al público como si no tuviera ninguna experiencia, como si no hubiera andado de gira tantos años con Nacha Guevara, él recitaba y ella cantaba, por los teatros de América Latina. Nadie diría que fuera tan de las tablas.
Pero bueno, a lo que íbamos. Llegamos a la plazoleta frente al teatro, allí nos despedíamos por el momento, porque a él se lo llevaban para que entrara por la puerta de los actores, pero antes, como veo que hay una especie de tumulto en la plazoleta y las puertas del teatro están cerradas, le digo: no han abierto todavía las puertas. Y quien se lo llevaba para hacerlo entrar por la puerta escondida, dice: qué va, si es que ya está lleno, esta gente se quedó afuera y ya no pudo entrar.
Y adentro, era cierto, la gente estaba que rugía y no cabía un alma, centenares de muchachos y muchachas sentados aún en los pasillos laterales, y luego se abrieron las cortinas y apareció Mario como un torero avergonzado porque la ovación no terminaba y aquello era un desorden, primero, que se callaran los aplausos y que se callara el gentío que se había quedado afuera y que parecía que iba a botar las puertas. Y luego ya Mario sentado por fin frente a una mesita con una pequeña lámpara verde, pero nadie quería respetar el orden del recital porque cada quien pedía un poema a gritos, no sólo dando el título, sino que el solicitante empezaba a recitarlo, todos enardecidos por las palabras como en una gran rebelión juvenil, y Mario hacía lo que podía para imponerse hasta que su propia voz los fue callando a todos y entonces una sentía la presencia del milagro y cómo la leyenda iba haciéndose carne entre nosotros en el escenario, Mario leyendo ya a la luz de su lamparita verde con voz suave y pausada sacada de las entrañas del sur desde donde venía, y allí pudo haberse quedado toda la noche y toda la vida.
Esto es lo que yo quería que Benjamín contara en mi nombre. Que yo también he visto milagros.


"Solo ideas del hombre".

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