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Apuntes para una biografía de Pio XII (30)
Por Jesús Martí Ballester
EL PAPA TEME QUE LA PRENSA AUMENTE EL ESCANDALO DE SICILIA
A medida que se extendió la investigación y aumentaron las pruebas contra los franciscanos, el Papa temió cada vez más que sus crímenes y escándalos quebrantaran la fe de los católicos y acarrearan terribles desgracias a la Iglesia.
No obstante, requirió de Pascualina que prosiguiera su colaboración con la Policía siciliana hasta llevar a los criminales ante la Justicia. La esperanza ilusoria de Pío XII fue que se pudiese llevar todo a cabo sin la menor fuga al mundo exterior.
-¡No se debe permitir jamás que la prensa publique los actos diabólicos de esos franciscanos! -advirtió insistentemente el Papa a la monja-. Los fieles del mundo entero quedarían horrorizados. Su fe en la Santa Madre Iglesia se vería bajo una gravísima amenaza. Nuestro amado Señor no debe sufrir la pérdida de tantas almas porque haya diablos entre nosotros.
Pero Pío XII aprendería que no habría ningún modo eficaz de hacer callar a la Prensa mundial si los franciscanos fueran llevados a juicio. Durante muchos años, el Papado había sido “malcriado” por los corresponsales del Vaticano y otros escritores religiosos que seguían las directrices marcadas por altos cargos eclesiásticos y no publicaban nada que pudiera impacientar a Roma.
EMBESTIDA ANTICATÓLICA
Sin embargo, la historia sería muy distinta cuando el caso continuase con sensacionales testimonios ante el tribunal. Y lo peor no sería que esas noticias terminasen siendo del dominio público. El Papado temía una embestida visceral de los periodistas anticatólicos, quienes estarían encantados de poder desacreditar al Catolicismo. Pío XII y Pascualina conocían demasiado bien ese sector tan significativo de la prensa que permanecía alerta para “humillar a la Santa Madre Iglesia y, por ende, derribar la Casa de Dios”.
Después de sopesar todos los peligros potenciales, Pío XII pensó, al parecer, que la Iglesia estaría mejor servida si él daba media vuelta. Así, pues, el Papa bajó considerablemente el tono de sus justicieras demandas y descargó toda la influencia del Vaticano para retardar el procesamiento de los franciscanos.
EL FRENAZO
El arzobispo Richard J. Cushing anotó lo siguiente, por aquellas fechas: “En los años restantes del Papado de Pío XII, sor Pascualina hizo cuanto pudo para que el Santo Padre mantuviera la promesa papal de ayudar a la Policía siciliana en su investigación de los franciscanos.”
“Él trataba mayormente con la flor y nata, es decir, aquellos que nosotros solíamos llamar “católicos de visillos transparentes”: ejecutivos adinerados que vivían en las nubes y, a semejanza de muchas mujeres católicas, tenían tanto contacto con la realidad como un gato persa. El cardenal Spellman temía una cosa; según él, si muchos católicos supieran que sus sacerdotes hacían algo peor que olvidar rezar el rosario cada hora del día, caerían muertos del susto.”
Más adelante, Cushing culpó a Spellman de ser el principal responsable del frenazo dado al procesamiento de los franciscanos.
Ambos prelados se conocían desde hacía muchos años. Siendo sacerdotes jóvenes, compartían la misma habitación en la rectoría de la catedral de la Santa Cruz, Boston. A la muerte del cardenal O´Connell, en 1944, Spellman aprovechó su influencia con Pío XII para que éste nombrara a Cushing sucesor de O'Connell en el arzobispado de Boston. Poco después se enfriaron las relaciones entre los dos amigos. Ello ocurrió cuando el cardenal Cushing, un gigantesco y deslenguado irlandés bostoniano –que otrora había sido un obrero dedicado a colocar rieles de tranvías-, no quiso someterse a la veteranía y autoridad de Spellman.
Cushing se explicó: "Spellman vio la mente católica, especialmente en los Estados Unidos, como una entidad demasiado frágil en cuestiones de fe.”
DISCREPANCIA EN AMERICA ENTRE PIO XII Y JUAN XXIII
Ellos veían a Pío XII como un diablo y se atropellaban para hacer de Juan XXIII un santo, a veces, sencillamente, porque les parecía un antónimo de Pío XII. Sin embargo, se equivocaron en ambos casos. Ninguno de los dos Papas fue tan bueno ni tan malo como ellos los pintaban. Lo cual no ha obstaculizado para que Juan XXIII haya sido beatificado por la Iglesia. En muchos aspectos se diferenciaron muy poco entre sí, exceptuando el estilo. Pero los medios informativos liberales no pudieron verlo así. Yo no digo que el Papa Juan XXIII amordazara a esos medios, porque no tengo pruebas. Pero, ciertamente, resulta extraño que se ignoraran unos crímenes tan sensacionales perpetrados por frailes.
YA EN TIEMPOS DE JUAN XXIII
Cuatro años después de que muriera Pío XII -1958- y durante el pontificado del Papa Juan XXIII, se celebró el juicio contra los franciscanos de Sicilia. E incluso bajo el amado y santo Juan XXIII, se hizo sentir el poderoso influjo del Pontificado. Aunque se acusara a los frailes y sacerdotes de diversos crímenes muy graves, incluidos asesinatos, intentos de asesinato y extorsiones, se los declaró inocentes. La Prensa mundial se desentendió, salvo escasas excepciones, de los sensacionales juicios. Cuando se publicó la noticia, los franciscanos pretendieron hacerse pasar por cabezas de turco y víctimas inocentes de una persecución.
“Juan XXIII era mucho más eficaz que Pío XII en sus tratos con los medios de comunicación -explicó Cushing-. En muchos aspectos, Juan XIII era el más sagaz de los dos. Sus modales humildes y sugerentes se ganaban a la gente con mucha más efectividad que las palabras frías y autoritarias de Pío XII.
Además los liberales desorientados, especialmente los de los medios informativos, aborrecían a Pío XII por su silencio sobre las persecuciones nazis de los judíos," Y el cardenal Cushing continuó así: “Pero en muchos aspectos Pio XII tenía atadas las manos, aunque Pascualina estuviera muy cerca del Papa casi toda su vida, a veces se la miraba todavía como una mera monja, y así lo hacía incluso el propio Pío XII. En una cuestión tan explosiva como los crímenes de esos franciscanos, el clero conserva una mentalidad parcial e innata por la cual tiene el pleno convencimiento de que la mente masculina acierta en el análisis final y, consecuentemente, no debe ceder nunca a la presión femenina. Desde luego Pío XII era un Papa con ese tipo de intelecto.”
RECURSO DEL FISCAL
Pascualina no perdió de vista, ni por asomo, los crímenes que cometiera unos frailes de su propia fe. En 1963, un año después de que los franciscanos fueran exculpados, sus oraciones recibieron al fin respuesta. Un recurso del fiscal hizo reaparecer ante los tribunales a cada uno de los sacerdotes y frailes encausados. Se desestimaron los veredictos precedentes. Esta vez se les encontró culpables de todos los cargos, y cada uno fue sentenciado a cumplir trece años de prisión mayor.
Cuando se le pidió un comentario sobre los espantosos crímenes y la condena de sus sacerdotes, el padre Sebastiano, provincial de la Orden capuchina en Sicilia, expuso un criterio filosófico y flemático:
-Algunos cometen a veces errores, incluso entre nosotros. Al correr de los años, Pascualina siguió intentando sondear los misterios aparentemente imponderables en la mente de Pío XII; la indujo sobre todo el hecho de que él hubiese cambiado totalmente el rumbo durante la conexión Iglesia-Mafia.
LOS CAMBIOS DE PIO XII
-Algunas veces –rememoró la monja-, Su Santidad Pio XII se entregaba por completo a una causa, como fuera el caso cuando se propuso terminar con los crímenes del clero en Sicilia. Luego solía aplazar su decisión, y cavilaba sobre el daño que podría causar cualquier iniciativa audaz por su parte. Es muy triste decirlo, pero alteraba a menudo su curso de acción.
Reflexionando sobre aquel pasado tan lejano, Pascualina hizo una pausa para sopesar sus propios pensamientos.
-Pío XII fue un hombre santo -prosiguió, haciendo una afirmación enérgica de cabeza-, mas, desgraciadamente, se desorientó en ocasiones, como tantos de nosotros.
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