F,P,D Univers.Apuntes para una biografía de Pío XII (EPÍLOGO)
Por Jesús Martí Ballester
ÚLTIMOS AÑOS Y FALLECIMIENTO DE PÍO XII
Los últimos años del pontificado de Pío XII, comenzaron a finales de 1954 con una larga enfermedad, durante la cual se llegó a considerar la abdicación. Pascualina había encontrado en el despacho del papa notas que la alarmaron referentes a dicho tema. Posteriormente, los cambios en su hábito de trabajo se hicieron notar. El Papa empieza a evitar las largas ceremonias, las canonizaciones y los consistorios, y aparece la vacilación en asuntos personales. Durante sus últimos años de pontificado, Pío XII empieza a demorar las designaciones de personal dentro del Vaticano, encontrándose cada vez más difícil sancionar a los subordinados y designados como Ricardo Galeazzi-Lisi, que, después de numerosas indiscreciones, fue excluido del servicio del Papa en los últimos años, pero manteniendo su título, fue capaz de entrar en los apartamentos papales para fotografiar al moribundo Papa; vendiendo luego las instantáneas a revistas francesas. De hecho el Papa mejoró de sus sesiones de ataques de hipo, volviendo a recaer.
El Papa manifestó su deseo de publicar su visión de Jesucristo para robustecer la fe de los cristianos. Este problema fue tema de gran controversia entre la Curia Cardenalicia. Que el mismo Papa comunicara a un grupo de jesuitas que trabajaban en la difusión del Mundo Mejor, disparó todos los pareceres pues un periodista lo divulgó en la prensa.
El 1 de noviembre de 1950 y mediante la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus promulgó la doctrina de la Asunción de la Virgen como dogma de fe católica. Es el último dogma que la Iglesia Católica ha definido hasta hoy.
En el año 1939, tras el descubrimiento de una necrópolis bajo la Basílica de San Pedro, Pío XII mandó realizar excavaciones que luego servirían para estudiar si la Basílica había sido construida sobre la auténtica tumba del Apóstol Pedro. Se hallaron varias tumbas antiguas y una de ellas tenía una inscripción que señalaba que allí se encontraba enterrado el apóstol. En 1964 Pablo VI confirmaría que se trataba de los restos de Pedro y en el año 2006 con Benedicto XVI se volvió a confirmar este hecho.
Pío XII era el primer Papa sin ninguna experiencia pastoral, ni en parroquias ni en diócesis, puesto que toda su misión se había desarrollado en la administración vaticana. Como medida preventiva, previamente a su coronación, había redactado ante notario una carta de renuncia en el caso de que fuera hecho prisionero por los nazis, y que no ocurriera lo mismo que había acontecido con el apresamiento de Pio VII por Napoleón Bonaparte
Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, contribuyó a preparar la encíclica «Mit brennender Sorge» (1937), en la que Pío XI condenó el nazismo. La encíclica, prohibida en Alemania, fue introducida en el país de modo clandestino y leída a los fieles en las iglesias católicas. En la presentación de la encíclica, el futuro Pío XII comparó a Hitler con el diablo y advirtió proféticamente su temor de que los nazis lanzaran una "guerra de exterminio. El New York Times en su editorial de Navidad de 1941, elogió al Papa Pío XII por "ponerse plenamente contra el hitlerismo" y por "no dejar duda de que los objetivos de los Nazis son irreconciliables con su propio concepto de la paz Cristiana".
Varios historiadores judíos, como Joseph Lichten, de B'nai B'rith (organización judía dedicada a denunciar el antisemitismo y mantener viva la memoria del genocidio nazi), han documentado los esfuerzos del Vaticano en favor de los hebreos perseguidos. Según el mismo Lichten, en septiembre de 1943, Pío XII ofreció bienes del Vaticano como rescate de judíos apresados por los nazis. También recuerda que, durante la ocupación alemana de Italia, la Iglesia, siguiendo instrucciones del Papa, escondió y alimentó a miles de judíos en la Ciudad del Vaticano y en Castel Gandolfo, así como en templos y conventos. Lichten, escribiendo en el boletín del Jewish Antidefamation League (Liga judía contra la difamación) dijo en 1958 que “la oposición de Pio XII al nacismo y sus esfuerzos para ayudar a los judíos en Europa eran bien conocidos al mundo que sufre”.
Después de la guerra, organizaciones y personalidades judías reconocieron varias veces oficialmente la sabiduría de la diplomacia del Papa Pío XII.
El Congreso Judío Mundial agradeció en 1945 la intervención del Papa, con un generoso donativo al Vaticano. En el mismo año, el gran rabino de Jerusalén, Isaac Herzog, envió a Pío XII una bendición especial «por sus esfuerzos para salvar vidas judías durante la ocupación nazi de Italia».
Israel Zolli, gran rabino de Roma, quién como nadie pudo apreciar los esfuerzos caritativos del Papa por los judíos, al terminar la guerra se convirtió al catolicismo y tomó en el bautismo el nombre de pila del Papa, Eugenio, en señal de gratitud. El escribió un libro sobre su conversión ofreciendo numerosos testimonios sobre la actuación de Pío XII, declaró: «Ante todo, dirigimos un reverente homenaje de gratitud al Sumo Pontífice y a los religiosos y religiosas que, siguiendo las directrices del Santo Padre, vieron en los perseguidos a hermanos, y con valentía y abnegación nos prestaron su ayuda, inteligente y concreta, sin preocuparse por los gravísimos peligros a los que se exponían» (L'Osservatore Romano, 8 de septiembre de 1945).
RECIBIR A PERSEGUIDOS
El 21 de septiembre del mismo año, Pío XII recibió en audiencia al Doctor A. Leo Kubowitzki, secretario general del Congreso judío internacional, que acudió para presentar «al Santo Padre, en nombre de la Unión de las Comunidades Judías, su más viva gratitud por los esfuerzos de la Iglesia católica en favor de la población judía en toda Europa durante la guerra» (L'Osservatore Romano, 23 de septiembre de 1945).
El jueves 29 de noviembre de 1945, el Papa recibió a cerca de ochenta delegados de prófugos judíos, procedentes de varios campos de concentración en Alemania, que acudieron a manifestarle «el sumo honor de poder agradecer personalmente al Santo Padre la generosidad demostrada hacia los perseguidos durante el terrible período del nazi-fascismo» (L'Osservatore Romano, 30 de noviembre de 1945).
MENSAJES DE TODO EL MUNDO
En 1958, al morir el Papa Pío XII, Golda Meir, Ministro de Asuntos Exteriores de Israel, envió un elocuente mensaje: «Compartimos el dolor de la humanidad (...). Cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro pueblo, la voz del Papa se elevó en favor de sus víctimas. La vida de nuestro tiempo se enriqueció con una voz que habló claramente sobre las grandes verdades morales por encima del tumulto del conflicto diario. Lloramos la muerte de un gran servidor de la paz». Nota al pie 16 del documento «Nosotros recordamos: una reflexión sobre la "Shoah"». El presidente de USA, Eisenhower, al morir el Papa: El mundo - ahora es más pobre después de la muerte del Papa Pío XII
El diplomático Israelí Pinchas Lapide calculó que Pío XII fue personalmente responsable de salvar al menos 700,000 judíos. El historiador judío Richard Breitman, ha escrito un libro sobre el holocausto. Como consultor del Grupo de trabajo para la restitución de los bienes a los judíos (grupo que ha obtenido la desclasificación de los dossieres del OSS). En una entrevista al «Corriere della Sera», del 29 de junio del 2000, Breitman que es hasta ahora el único autorizado a ver los documentos del OSS (el espionaje estadounidense en la Segunda Guerra Mundial), ha explicado que lo que más le ha impresionado ha sido la hostilidad alemana hacia el Papa y el plan de germanización del país de septiembre de 1943. Breitman ha encontrado también sorprendente el silencio aliado sobre el holocausto.
TESTAMENTO DE PÍO XII
Su testamento fue publicado inmediatamente después de su muerte. El testamento de Pío XII fue firmado por el Papa Pío XII el 15 de mayo de 1956, quince meses antes de su muerte. A diferencia de los documentos de su predecesor el Papa Pío X y de su sucesor el Papa Juan Pablo II, es un documento muy corto, en el que se omiten nombres, detalles y denominaciones de bienes materiales individuales.
Los partidarios del Papa Pío XII ven él como un testimonio de su modestia y santidad. Ha s ido citado en los eventos conmemorativos en su honor y, supuestamente, forma parte de la documentación de su actual proceso de beatificación en Roma.
Cabe destacar la primera frase en latín: Miserere mei, Deus, secundum (magnam) misericordiam tuam (Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu gran misericordia; Salmo 50). Cuando el Papa pronunció estas palabras después de su elección el 2 de marzo de 1939, la palabra magnam era una parte del citado Salmo. Sin embargo, la nueva traducción de 1956 dejó esta palabra. Para guardar coherencia con ambas versiones, el Papa Pío puso el término (magnam) entre paréntesis)
Texto
Miserere mei, Deus, secundum (magnam) misericordiam tuam
Estas palabras, que, consciente de mi indignidad e insuficiencia, pronuncié en aquel momento, en el que con temor acepté la elección como Papa, repito ahora con justificación aún mayor, porque soy más consciente de mi indignidad e insuficiencia después de las deficiencias y errores durante un pontificado tan largo y una época tan grave. Pido humildemente perdón a todos aquellos a los que he herido, lastimado o incomodado con la palabra o el hecho.
Pido a aquellos a quienes el asunto compete, no preocuparse de monumentos a mi memoria. Es suficiente que mis pobres restos sean sepultados en un lugar sagrado, cuanto más escondido mejor. No es necesario pedir oraciones por mi alma. Sé cuántas oraciones son la costumbre de la Sede Apostólica, y de la piedad de los fieles, por cada Papa que muere.
Tampoco es necesario que deje un "testamento espiritual", como tantos prelados celosos de manera loable solían hacer. Los numerosos escritos y discursos que he publicado o emitido durante el ejercicio de mi oficina, bastan, para quien guste conocer mis pensamientos sobre diferentes cuestiones de la religión y la ética.
Dicho esto, nombro como mi heredero universal a la Santa Sede Apostólica, de la que he recibido tanto como de una madre amorosa
DESPEDIDA DE SOR PASCUALINA
Ahora todo eso había dado fin. Ya no estaba Pío XII, y se esperaba un comunicado del Sacro Colegio Cardenalicio -en el mismo día del funeral- ordenando la partida de Pascualina. ¡Y al instante!
-Esa nota ordenándome marchar inmediatamente me dejó consternada -dijo ella.
Pascualina debería hacer las maletas y desaparecer antes del anochecer. Tras una vida de servicio a la Iglesia y devoción al Papa, la monja se veía abandonada de todos. Tenía tan sólo sus efectos personales y un estipendio en moneda italiana equivalente a unos 110 dólares. Antes de partir debería pasar por la Tesorería de la Curia para recoger esa retribución. Su extrañamiento era obra de casi toda la jerarquía romana.
Pero las palabras frías e implacables fueron de Tisserant, el signatario del documento.
La monja se sintió vencida. Una mujer de categoría, aunque anticuada, sufría la trágica humillación de ver cómo se escrutaba y denigraba despiadadamente su vida con Pío XII. Para ella, el encontrarse relegada al estado de una momia infeliz y superflua era mucho más abrumador de lo que hubiera podido imaginar. Por añadidura se hallaba en una lastimosa situación financiera, y sentía mermadas, sus energías físicas y mentales. Por el momento, le sería imposible vivir..., pero sólo por el momento.
En esta hora, la más sombría de su vida, Pascualina no pudo hacer nada salvo recurrir a su infalible dominio de sí misma que ella había refinado y fortalecido durante los muchos años de lucha con la rígida ortodoxia. Así, pues, decidió enfrentarse con Tisserant tal como lo hiciera con tantos otros prelados en el transcurso de los años. A esas alturas poco le importó que el cardenal se hubiera hecho cargo del Vaticano, incluyendo la elección inminente de un nuevo Papa. Su vida privada con Pío XII le había enseñado a no creer que en este mundo existiese alguien intocable.
Durante el camino hacia su confrontación, Pascualina optó por abstenerse de toda manifestación aparatosa. Era demasiado vieja -y sagaz para recurrir a tales desahogos, y sin embargo temía que su –naturaleza impetuosa no estuviese todavía tan subyugada como ella quisiera. Esa emotividad desenfrenada era lo que más le espantaba de su inminente encuentro con el decano de los cardenales.
Se entrevistaron en el despacho más suntuoso del palacio, decorado con elegante damasco de un rico tono carmesí y con pesadas cortinas de terciopelo cubriendo los amplios ventanales. El cardenal Tisserant, sentado ante una inmensa mesa de caoba, y un teléfono blanco y dorado a su alcance, la examinó con pasiva indiferencia.
-Parece estar muy resignada, madre Pascualina -dijo abruptamente Tisserant, sin la menor salutación-. Sin duda, usted ha percibido que ya no se la necesita ni se la quiere en el Vaticano.
-Abandonaré el palacio -respondió Pascualina con tono frío y tranquilo.
Ahora comprendió que sería inútil toda tentativa para llegar a un
compromiso. Además, era demasiado enérgica y eficiente para mendigar clemencia y despreciaba el sentimentalismo en semejantes circunstancias. No obstante, subsistió el hecho de que no tenía ningún sitio adonde ir ni nadie a quién dirigirse.
-Pido a Su Eminencia que se me conceda unos cuantos días para hacer los planes adecuados -siguió diciendo-. También solicito que se me permita conservar unos pocos efectos personales de Su Santidad..., aquellos que más aprecio.
-Usted se marchará al anochecer, como lo ha decretado el Sacro Colegio -replicó Tisserant con tono frío, pausado y con facciones inexpresivas. Puede llevarse una cosa de Pío: sus pájaros.-Así nos libraremos de ellos y de usted.
Pascualina se levantó, invocó la bendición de Dios y haciendo una genuflexión se retiró.
ABANDONA EL VATICANO
El 14 de octubre de 1958 a las 19,56 horas, fecha del funeral de Pío XII y cinco días después de su muerte, la madre Pascualina abandonó el Vaticano. Cuando echó una última mirada al palacio papal sus ojos se llenaron de lágrimas y se fijaron un buen rato en el apartamento pontificio que compartiera durante tantos años con Pío XII. Por fin llegó un desvencijado taxi. Se subió a él sin ayuda y se dirigió hacia la estación ferroviaria para emprender un viaje que la llevaría lejos de Roma. Le acompañaron dos maletas pequeñas y un par de jaulas repletas de pájaros asustados y gorjeadores.
CAUSA DE CANONIZACIÓN DE PIO XII
Monumento dedicado al Papa Pío XII en el Santuario de Fátima. La causa de Pío XII fue abierta el 18 de noviembre de 1965 por el Papa Pablo VI. En marzo de 2007, la congregación recomendó que Pío XII debería ser declarado Venerable. El Papa Benedicto XVI lo declaró Venerable el 19 de diciembre de 2009, al mismo tiempo que la causa de Juan Pablo II.
PRESUNTO MILAGRO
Resultados de los primeros análisis. El tumor desapareció, la mujer está bien, tuvo su tercer hijo, y volvió a su trabajo y escuela. Luego de dejar pasar un poco de tiempo, es ella quien se dirige al vaticano para señalar su caso.
Una confirmación del vicario general de la diócesis de Sorrento-Castellammare di Stabia, don Carmine Giudici: “Es todo cierto – ha declarado a Petrus -, la Santa Sede nos ha comunicado un milagro por intercesión de Pío XII. El arzobispo Felice Cece ha decidido, por lo tanto, instituir en días el correspondiente Tribunal diocesano”. Este tribunal será el que examine el caso para formular una primera sentencia. Si es positiva, los documentos pasarán a Roma, a la Congregación para las Causas de los Santos: aquí deberán ser estudiados primero por la Consulta médica, llamada a pronunciarse sobre la imposibilidad de explicar la curación. Si también los médicos que colaboran con la Santa Sede dicen sí, el caso de la madre sanada será discutido primero por los teólogos de la Congregación, luego por los cardenales y obispos. Sólo después de haber superado estos tres grados de juicio, el dossier sobre el presunto milagro llegará al escritorio de Benedicto XVI, que decidirá sobre el reconocimiento final. Entonces, y sólo entonces, el Papa Pacelli podrá ser beatificado.
La institución de un Tribunal diocesano y la eventual llegada de la documentación al dicasterio que estudia los procesos de beatificación y canonización no significan ningún reconocimiento sino sólo que el caso en cuestión es juzgado interesante y digno de atención. Por lo tanto, es totalmente prematuro predecir desarrollos, aún más imaginar fechas. Lo que impresiona, en la historia de la familia de Castellammare di Stabia, es el rol que tuvo en el asunto el Papa Wojtyla, que en sueños habría sugerido al marido de la mujer rezar a aquel “sacerdote delgado”, que luego se revelaría como Pacelli. Casi parecería que Juan Pablo II hubiese querido, de algún modo, ayudar a la causa de su predecesor. La noticia del presunto milagro ha llegado al Vaticano pocos días antes de que Benedicto XVI promulgara el decreto sobre las virtudes heroicas de Wojtyla y, sorpresivamente, desbloquease también el de Pío XII, que estaba en espera por dos años con motivo de ulteriores verificaciones en los archivos vaticanos. "Ideas del hombre y más .......".
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