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El robot Curiosity se ha posado en Marte a 6,5 kilómetros de
la base del monte Sharp, en el centro de cráter Gale; mira en dirección
este/sureste y no está apenas inclinado. Un aterrizaje perfecto. Fue el
lunes pasado a la 7.32 hora peninsular y supuso un éxito rotundo de la NASA.
En las primeras imágenes enviadas por el robot, aunque aún de baja
calidad, se aprecia el terreno desértico del polvoriento mundo vecino y
el monte Sharp en el horizonte.
Entre la información recibida del Curiosity en las primeras horas tras su llegada, los expertos de la NASA destacan las asombrosas fotografías obtenidas de la operación de descenso, los llamados siete minutos de terror que resultaron ser siete minutos de triunfo. El satélite Mars Reconnaissance Orbiter (MRO), en órbita de Marte, logró captar el paracaídas del que iba colgado el vehículo todoterreno poco antes de llegar al suelo. Lo fotografió desde una distancia de 340 kilómetros y el paracaídas medía 16 metros de diámetro. Ambos iban a toda velocidad. Para valorar esa foto histórica, cabe recordar que los aviones comerciales en la Tierra vuelan a unos 10 kilómetros de altura. “Si la cámara hubiera tomado la imagen un segundo antes o un segundo después, probablemente solo habría visto un trozo desierto de la superficie de Marte”, comentó Sarah Milkovich, investigadora del MRO, quien bromeó diciendo que el satélite era como un paparazzi que “cazó a la nueva celebridad de la NASA en el momento más oportuno”.
También el Curiosity hizo sus fotos mientras bajaba al suelo del cráter Gale: fotografió, durante su caída, el escudo térmico que le había protegido durante la entrada en la atmósfera marciana y que ya se había desprendido del sistema de descenso. Con el MRO, además, los especialistas han localizado en el suelo los varios componentes de la operación de descenso: el escudo térmico, la tapa trasera, el paracaídas y la grúa espacial, que está a unos 650 metros del Curiosity, informaron ayer los expertos del Jet Propulsion Laboratory (JPL, en California), donde se dirige la misión.
Mientras los científicos ya se frotan las manos planeando los experimentos que quieren hacer allí en cuanto el laboratorio rodante este listo, los ingenieros realizan el chequeo completo de todos y cada uno de sus sistemas, cámaras y dispositivos tras el viaje. Si todo va tan bien como hasta ahora, dentro de una semana o dos, el Curiosity puede echar a andar, aunque toda la fase de verificación completa de equipos e instrumentos durará más tiempo. Lo primero ha sido el despliegue de la antena principal, para aumentar el flujo de datos en las comunicaciones, y del mástil, que lleva cámaras.
De la estación meteorológica española REMS, “ya hay algún dato, pero no de todos los sensores, todavía estamos en período de pruebas”, comenta Javier Gómez Elvira, el investigador principal del instrumento, desde el JPL.
El único instrumento científico del Curiosity que ha funcionado durante el viaje es el detector de radiación RAD, y ahora empieza su tarea en Marte. Marte tiene una atmósfera muy tenue (1% de la terrestre) y carece de campo magnético global, por lo que llega más radiación al suelo, lo que sería una amenaza para cualquier potencial forma de vida, explican los expertos del RAD. “Los niveles de radiación probablemente hacen que la superficie del Marte actual sea inhabitable para la vida microbiana y destruiría cualquier compuesto orgánico cerca de la superficie, por lo que el RAD ayudará a determinar a qué profundidad tendría que perforar un robot, en una futura misión de detección de vida, para buscar actividad microbiana”, añaden.
'Curioseando' en Marte
Los expertos de la NASA ubican su todoterreno a 6,5 kilómetros del monte Sharp
Un satélite fotografió el robot colgado del paracaídas en el descenso
Entre la información recibida del Curiosity en las primeras horas tras su llegada, los expertos de la NASA destacan las asombrosas fotografías obtenidas de la operación de descenso, los llamados siete minutos de terror que resultaron ser siete minutos de triunfo. El satélite Mars Reconnaissance Orbiter (MRO), en órbita de Marte, logró captar el paracaídas del que iba colgado el vehículo todoterreno poco antes de llegar al suelo. Lo fotografió desde una distancia de 340 kilómetros y el paracaídas medía 16 metros de diámetro. Ambos iban a toda velocidad. Para valorar esa foto histórica, cabe recordar que los aviones comerciales en la Tierra vuelan a unos 10 kilómetros de altura. “Si la cámara hubiera tomado la imagen un segundo antes o un segundo después, probablemente solo habría visto un trozo desierto de la superficie de Marte”, comentó Sarah Milkovich, investigadora del MRO, quien bromeó diciendo que el satélite era como un paparazzi que “cazó a la nueva celebridad de la NASA en el momento más oportuno”.
También el Curiosity hizo sus fotos mientras bajaba al suelo del cráter Gale: fotografió, durante su caída, el escudo térmico que le había protegido durante la entrada en la atmósfera marciana y que ya se había desprendido del sistema de descenso. Con el MRO, además, los especialistas han localizado en el suelo los varios componentes de la operación de descenso: el escudo térmico, la tapa trasera, el paracaídas y la grúa espacial, que está a unos 650 metros del Curiosity, informaron ayer los expertos del Jet Propulsion Laboratory (JPL, en California), donde se dirige la misión.
Mientras los científicos ya se frotan las manos planeando los experimentos que quieren hacer allí en cuanto el laboratorio rodante este listo, los ingenieros realizan el chequeo completo de todos y cada uno de sus sistemas, cámaras y dispositivos tras el viaje. Si todo va tan bien como hasta ahora, dentro de una semana o dos, el Curiosity puede echar a andar, aunque toda la fase de verificación completa de equipos e instrumentos durará más tiempo. Lo primero ha sido el despliegue de la antena principal, para aumentar el flujo de datos en las comunicaciones, y del mástil, que lleva cámaras.
De la estación meteorológica española REMS, “ya hay algún dato, pero no de todos los sensores, todavía estamos en período de pruebas”, comenta Javier Gómez Elvira, el investigador principal del instrumento, desde el JPL.
El único instrumento científico del Curiosity que ha funcionado durante el viaje es el detector de radiación RAD, y ahora empieza su tarea en Marte. Marte tiene una atmósfera muy tenue (1% de la terrestre) y carece de campo magnético global, por lo que llega más radiación al suelo, lo que sería una amenaza para cualquier potencial forma de vida, explican los expertos del RAD. “Los niveles de radiación probablemente hacen que la superficie del Marte actual sea inhabitable para la vida microbiana y destruiría cualquier compuesto orgánico cerca de la superficie, por lo que el RAD ayudará a determinar a qué profundidad tendría que perforar un robot, en una futura misión de detección de vida, para buscar actividad microbiana”, añaden.
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