dimanche 8 novembre 2009


F,P,D Univers. REPORTAJE: TERRORISMO ISLAMISTA
La 'yihad' de Raquel
Casada con un terrorista huido y dominada por su marido, desapareció en 2001. Ahora aparece su rastro entre los escombros de una casa en Waziristán, el refugio de Bin Laden

JOSÉ MARÍA IRUJO 08/11/2009


Una nueva pieza en el complicado puzzle que retrata la presencia de Al Qaeda en España se acaba de encontrar entre los escombros de una vivienda asaltada por el Ejército paquistaní en Sherwangai, una población en la región tribal de Waziristán del Sur, el refugio más cálido y seguro de los talibanes. El pasaporte de la española Raquel Burgos García, convertida al islam, apareció junto al de Said Bahaji, uno de los miembros del comando que organizó el 11-S, un tipo que compartió apartamento en Hamburgo (Alemania) con Mohamed Atta, el jefe de los suicidas, y que finalmente no voló en los aviones secuestrados al no conseguir visado para entrar en Estados Unidos. Athar Abbas, portavoz del Ejército paquistaní, exhibió los documentos de ambos como si fueran trofeos de caza mayor. "No sabemos cuándo llegó, ni cuánto tiempo estuvo en Pakistán", dijo.


"No sé nada de ella desde hace muchos años", confiesa su padre, triste y desanimado

La madrileña Raquel Burgos, de 34 años, es una persona conocida para los servicios secretos y la policía española, probablemente una de las mujeres más buscadas por ser la esposa de Amer el Azizi, Othman al Andalusi, apodo que obtuvo en los campos de entrenamiento en Afganistán, muyahid en Bosnia, supuesto jefe de Al Qaeda en Europa, sospechoso de inducir el 11-M y uno de los eslabones perdidos del 11-S. Un marroquí delgado y barbudo por el que más de un agente español entregaría hasta el último céntimo de su paga para interrogarlo y bucear en sus secretos.

Raquel y Amer se casaron en la mezquita de la M-30 y vivieron en Madrid, en el número 24 de la calle del Buen Gobernador, cerca de la plaza de toros de Las Ventas, en un bajo de 70 metros cuadrados sin ascensor que les cedió el padre de ella, propietario de un restaurante en la calle de Alcalá. Todos los meses este último les entregaba una "ayuda" de 300 euros porque Amer no trabajaba, salvo algunas traducciones para la Casa del Libro Árabe. En realidad dedicaba su tiempo a captar muyahidin y a enviarlos a hacer la yihad a distintos puntos del planeta. "No tiene trabajo conocido y se desconoce el origen de sus ingresos", dice un informe policial de aquella época.

Raquel Burgos vestía siempre de negro, cubría su rostro y cabello con un burka y no se relacionaba con el vecindario. "Jamás vimos su cabello. Iba siempre completamente cubierta. Alguna vez los dos pequeños subían a mi casa a por una galleta, pero los padres evitaban cualquier contacto con nosotros", asegura una vecina. "Oíamos las palizas que le daba, pero nunca se quejó ni nos dijo nada. Parecía una mujer sometida", asegura otra.

Cuando cayeron las Torres Gemelas, los policías de la BKA alemana registraron el piso de Atta en Hamburgo y encontraron en la agenda de Said Bahaji, el teléfono y la dirección en Madrid de Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, un sirio amigo de Azizi, otro jefe de Al Qaeda condenado años después. La policía española vigilaba a ambos desde 1995, les filmó en vídeo e intervino sus teléfonos, pero el marroquí, escurridizo como una anguila, huyó en dos ocasiones, la última disfrazado de mujer y ante las narices de la policía que vigilaba su casa. Los agentes acusaron al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) de espantar a la pieza -dos espías tocaron el timbre de su casa- y de provocar su fuga. Desde entonces, octubre de 2001, el rastro de Amer el Azizi ha sido un misterio. Una información de inteligencia aseguró que había muerto en Irak durante un ataque suicida. "Algo que nunca hemos podido probar", admite un jefe policial.

Tras la fuga de su marido, Raquel y sus tres hijos dejaron Madrid y se establecieron en Marruecos, donde recibieron la ayuda de destacados islamistas. "Me comunicó que se trasladaba a Casablanca junto con su marido, pero no me dijo el motivo. Desde entonces no he tenido contacto con ella", declaró su padre a la policía días después de la huida. En verano de 2002 viajaron a Francia y allí se perdió su pista. Los servicios de inteligencia sospechaban que los Azizi estaban en Turquía hasta la reaparición de la imagen de Raquel en el fortín talibán de Waziristán, una zona tribal en la que se sospecha se oculta Osama Bin Laden y su escudero Ayman al Zawahiri. "Es una mujer dispuesta a casi todo por su marido. Desde 2001 su vida ha tenido que ser un infierno", asegura una persona que trató a la pareja y que pide el anonimato. "No sé nada de ella desde hace muchos años. Nadie me ha avisado de que ha aparecido su pasaporte en Pakistán", reconoce ahora su padre en una conversación telefónica en la que se percibe tristeza y desánimo.

El hallazgo del pasaporte de Raquel Burgos y de Said Bahaji, miembro del comando que preparó el 11-S y uno de los hombres más buscados, en la misma casa de Pakistán no es baladí. Es otra muestra de la extraordinaria red de contactos que los autores del ataque contra las Torres Gemelas tenían en España. Azizi está vinculado con Mohamed Belfatmi, un extremista argelino residente en Vilaseca (Tarragona) que ayudó a Atta y a Ramzi Binalshibh durante la cumbre que celebraron en Cataluña varias semanas antes del atentado. El 3 de septiembre de 2001 Bahaji y Belfatmi volaron en el mismo avión a Karachi (Pakistán). Huían juntos hacia territorio seguro.

El marroquí Zacarias Moussaui, uno de los pilotos que entrenaban en Estados Unidos y que finalmente no participó en la acción terrorista, tenía en su agenda el teléfono de Azizi, el marido de Raquel. Said Bahaji, el piloto frustrado del 11-S, guardaba el teléfono de Abu Dahdad con el que Raquel y Amer el Azizi celebraron el nacimiento de una de sus hijas, una niña morena de pelo rizado, en el verano de 2001, sin saber que los pocos agentes que entonces cubrían el terrorismo islamista vigilaban la fiesta familiar. Los vínculos entre estos islamistas, residentes entonces en España, y los ejecutores del 11-S son inquietantes y una prueba más de la formidable presencia de Al Qaeda en España.

El marido de Raquel es, también, un eslabón perdido del 11-M. El marroquí Jamal Zougam, único condenado como autor material del atentado contra los trenes de Atocha, otros siete terroristas se suicidaron en un piso de Leganés, era amigo de Azizi, un tipo exaltado y nervioso que en una ocasión se enfrentó en la principal mezquita de Madrid a los embajadores árabes y les tachó de incrédulos. "Estaba loco", asegura Mohamed, un marroquí que rezaba con él en Lavapiés, el barrio por el que los ejecutores de la matanza de Atocha se movían como pez en el agua.

La pasada primavera, la familia Burgos incineró en Madrid a Henar, la madre de Raquel, fallecida tras padecer una larga enfermedad. Su hija no acudió a la cita.


"Ideas del hombre y más .......".

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